Llegaron las vacunas al país y el 40% de la población no quiere vacunarse.
La percepción y los estados emocionales de las personas frente a una vacuna, -especialmente una nueva- pueden determinar la disposición que tengan para inocularse. Pero ¿Por qué las personas no quieren vacunarse? Las respuestas son variadas. “no conocer” la composición de la misma y la rapidez con la que se desarrolló la convierte ante los ojos de la población en experimental y por lo tanto poco confiable.
Una encuesta realizada por Ipsos en conjunto con el Foro Económico Mundial mostró que, a nivel mundial, el 27% no está dispuesto a vacunarse. Entre los países con mayores dudas figuran Francia, España, EE.UU. e Italia.
A pesar de nuestras grandes diferencias con estos países ¿Porque uno como el nuestro, con amplia experiencia y tradición en el uso de vacunas, que ha logrado desde una política estatal evitar que las personas mueran o padezcan de graves enfermedades infecciosas de un momento a otro se declara “anti vacuna” en casi un 50% de su población adulta?
No podemos negar que los experimentos en salud suelen ser polémicos –responsabilidad integra de los grandes monopolios farmacéuticos, pero ese es otro cuento- y que a lo largo de la historia han tenido grandes y numerosos detractores, pero hoy su gran detractor es uno bien conocido y poderoso como no los hay; hoy más que nunca son los medios de comunicación la gran amenaza.
Convengamos que cuando los medios de comunicación- verdaderos instrumentos educativos cuando quieren cumplir ese rol- dan cabida a que circule cualquier tipo de información, sobre cualquier tema, sesgada, incompleta y sin fundamentos científicos tenemos un problema. Y ese problema es más grave aun cuando esta “información” tiene como tierra fértil una población con grandes deficiencias educativas, pero con ilimitado acceso a la internet. Coctel del desastre asegurado. Unas cuantas fotografías aisladas y que no representan una realidad generalizada son prueba de ello.
La gente cree lo que quiere creer. Lo que se repite una y otra vez se convierte en verdad. No cuestionamos la información que recibimos- o la que algoritmos informáticos hacen que aparezcan ante nuestros ojos sin cesar-. No importa cuando descabellado sea, mientras más elaborada sea la teoría conspirativa (chips que leen la mente o alteración del ADN) más intriga genera, más rápido se viraliza. Las “fake news” en su estado más puro, materia prima de los nuevos rebeldes sin causa.
Tengamos claro que estos objetores no van a escuchar las voces científicas y que se necesitará más que educación y un lenguaje sencillo para resolver los miedos de la población. Y sobre esto los investigadores de The Lancet han dado justo en el clavo “la confianza de la comunidad mundial se gana con esfuerzo y se logra mediante la transparencia total y el realismo de las expectativas, tanto durante como mucho después del desarrollo y despliegue de la vacuna“ y es que ante esta crisis de credibilidad las personas necesitamos una dupla Estado-Ciencia transparente, con un discurso unificado que por sobre todo nos asegure, con pruebas, que este ha sido un proceso justo, con equidad y probidad.
Pero ante todo necesitamos, hoy más que nunca, es que la prensa sea una vez más amiga del pueblo. No es hora de priorizar las cifras, las ganancias, los ratings, es hora de priorizar el bienestar del pueblo que tanto ha defendido contra los interés pervesos y poderosos. No se conviertan en uno de ellos. Vacúnense contra eso.