Llega un nuevo abril a nuestras vidas y para muchos de nuestros padres, madres y familiares siempre tiene un significado especial.

56 años han pasado de aquel abril del 1965 cuando los movimientos cívicos y militares del país aunaron fuerzas para reestablecer el gobierno constitucional del Dr. Juan Bosch. Miles de hombres y mujeres, valientes -muchos de ellos anónimos-, enfrentaron con gallardía a las tropas norteamericanas que por segunda vez intervinieron la República pretendiendo impedir el florecimiento de la democracia.

No importaba de dónde vinieras, cual fuera tu posición social o tu apellido, todos sumaron fuerzas en defensa de la Constitución y respeto a la soberanía nacional; es sin dudas el ejemplo más fresco que tenemos, de que un país unido logra grandes cosas.

Pero los reales propósitos de esta gesta patriótica aún están pendientes. En pleno 2021 aún persisten brechas que atentan contra la frágil institucionalidad del Estado y pese a que la inmensa mayoría dominicanos y dominicanas día con día nos esforzamos por reconstruir y fortalecer las bases fundamentales de este país, el respecto a la dignidad y las leyes continúa siendo nuestro talón de Aquiles.

Esto me hace reflexionar en que el nuevo espacio para librar esta lucha ya no son necesariamente las calles, es la escuela. La construcción de una nueva república debe cultivarse allí donde nuestros niños y niñas conocerán y amarán nuestra historia y por sobre todo comprenderán su real dimension y acunaran el compromiso ciudadano de no repetir nuestros desaciertos; donde la idea de “sentirse orgulloso de ser dominicano” no pasa por ser una frase de marketing, sino por tener la firme convicción de que podemos hacer patria, de que es posible alcanzar un país donde la independencia de los poderes del Estado sea legitima, donde un aspirante a Defensor del Pueblo no tenga que abogar por el respeto al debido proceso y el apego a la ley para su escogencia, donde nuestras autoridades se apeguen al compromiso legal que implica gestionar fondos públicos, donde nuestras mujeres y niñas tenga las garantías necesarias para vivir y decidir sobre su dignidad y sus vidas, porque no tengamos que mendigar por el respeto a nuestros derechos como ciudadanos.

Es en la escuela donde tenemos la gran oportunidad de hacer la nueva revolución, esa que es silente, permanente y que fluye cual caudal manso, pero que en un momento determinado se convierte en una fuerza de la naturaleza, voraz, capaz de limpiar y despejar todo a su paso. Indetenible.