Los resultados del Estudio Internacional de Educación Cívica y Formación Ciudadana no son auspiciosos para la República: desde el 2009 y hasta el 2016 como país no hemos tenido mejoras en los procesos de enseñanza de la educación cívica y formación ciudadana en nuestros escolares; seguimos por debajo de los 400 puntos cuando países de la región y en similares condiciones bordean los 500 puntos y en constante mejora.

No avanzamos en comparación con otros países. Estamos en una especie de “letargo socioeducativo” en donde nada tiene que ver status económico; de hecho, somos el país de Latinoamérica en donde existe la menor diferencia en conocimientos cívicos según ingreso per cápita, es decir, tanto los y las estudiantes de la educación privada (que se supone erróneamente de mejor calidad) como pública saben por igual de civismo y ciudadanía.

Sin dudas resulta preocupante que como país estemos en el mismo estadio educativo y social, en una materia tan importante para el desarrollo sostenible y garantizar una cultura donde prime la paz y los derechos humanos. Si tenemos en cuenta que estamos hablando de la dimensión actitudinal que nuestros niños y niñas aprenden para configurar sus habilidades, conocimientos y comportamiento en sociedad desde la ética; y como nos encanta mirar y apuntar al modelo educativo finlandés no está de más complementar con lo siguiente: ellos tuvieron en la misma prueba, más de 590 puntos. ¿Existe alguna relación directa entre los altos conocimientos cívicos de los niños y niñas en Finlandia y sus excelentes resultados educativos? Yo creo que sí.

Educar para que nuestros niños, niñas y jovenes seán personas responsables, socialmente comprometidos y en capacidad de ejercer sus derechos y responsabilidades ciudadanas, es un trabajo que va mas allá de la escuela, es una labor de todos. La educación para la democracia comienza en nuestros hogares, donde los adultos responsables estan conscientes, dispuestos a incorporar nuevas miradas de convivencia desde el respeto, el dialogo, la diversidad y la creatividad, porque la educación cívica es más que una materia de contenidos, se basan en la institucionalidad político y social, se base en los derechos y deberes, el funcionamiento de las instancias públicas; el actual paradigma de formación ciudadana se centra en el desarrollo de habilidades cognitivas, emocionales, comunicativas y el perfecto laboratorio para ello es nuestro entorno más cercano.

“Saber ser ciudadanos” es la meta y para esto necesitamos competencias, saber qué hacer y saber cómo hacerlo, tener las disposiciones (valores) y de habilidades que permiten reaccionar y actuar”.

Los tiempos han cambiado y también las necesidades; vivimos en un mundo digitalizado y nuestros niños y niñas necesitan aprender a seleccionar y evaluar qué información consumir, especialmente desde las RRSS. Es vital que la formación de su criterio y sus competencias ciudadanas no se vean afectadas por tanta noticia falsa que anda en la nube.