La finalidad de los cambios que el sector educativo dominicano se ha planteado alcanzar están centradas en el mejoramiento de la calidad y equidad de la educación. Sin duda todos buscamos incansablemente respuestas y hemos emprendido este camino con las habilidades que tenemos y las herramientas que hemos ido puliendo día a día en nuestro ejercicio profesional, siempre en pos de esta mejora.
Ya en los Cuadernos de Educación del Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación –CIDE- en el 2014 destacaba, que si bien necesitábamos avanzar hacia una mejor educación, en la discusión que debía mediar para priorizar entre las diversas estrategias destinadas a ofrecer un mejor servicio educativo debía considerarse a la gestión como una de las dimensiones más importantes del quehacer escolar; más aún, si consideramos a esta como una función clave para alcanzar los objetivos.
La gestión, en un proceso de modernización de la educación, debería proponerse hacer de la escuela una verdadera Comunidad escolar situada, incidiendo en su realidad local y reconociendo su entorno, siendo capaces de realizar adaptaciones curriculares para ofrecer una educación pertinente y relevante y que cubra las necesidades de nuestros alumnos y alumnas.
Imaginar la escuela, reimaginar una nueva forma de hacer escuela; que esta sea más que un espacio físico y tangible capaz de transformarse en una organización que aprende y re aprende, una organización cuya modalidad de gestión sitúa a sus líderes docentes y estudiantes como reales protagonistas del quehacer pedagógico, en donde se perciba a la escuela como una institución viva y dinámica, aterrizada.
Este “nuevo” concepto de organización escolar -nuevo por la posibilidad de reconstruir, recuperar el sentido y el valor de la vida escolar- merece un estilo de gestión audaz y proactivo -sin miedo a fracasar, pero aún con menos miedos a innovar- pues la escuela no solo esta llamada a lograr aprendizajes significativos, sino que crear las bases para una participación real y efectiva, lo que solo alcanzaremos si desarrollamos un liderazgo colaborativo que además, cuente con redes -vivas- de apoyo, alianzas estratégicas “con” y “para” su articulación y entorno.
Ciertamente el proceso de modernización de la educación busca recrear una generación de escuelas que cumplan con la finalidad para lo que fueron creadas y este no es un trabajo en solitario: amerita del liderazgo pedagógico y un positivo clima escolar que se propicia cuando contamos con profesores que se comprometen plenamente sus responsabilidades profesionales, que cultivan altas pero razonables expectativas académicas, que evalúa permanentemente el desempeño de los demás y el propio, que participa en la programación de las actividades escolares y que juega un papel activo en la hora de elegir modalidades pedagógicas que hacen posible una enseñanza activa en la sala de clases.
No desconocemos la realidad institucional en donde se mueve la escuela y su carácter burocrático, pero con esta mirada posible, aspiro a que avancemos hacia una comunidad educativa, avanzar junta hacia el desarrollo de los talentos y de sus individualidades.