Llenos de incertidumbre de si -realmente- estamos en condiciones sanitarias para volver a clases presenciales, pero seguros de que frente a los riesgos, regresar a la escuela es un mal menor. Las autoridades han aprobado la reapertura parcial de los establecimientos educativos.

Este próximo 25 de mayo todo el país regresa a la semipresencialidad escolar en forma gradual, progresiva y voluntaria. Nuestras escuelas reabrirán sus puertas, se llenarán nuevamente de risas, murmullos, de vida y esperanza.

Para una parte de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes esto representará el tramo final de su año escolar, pero para muchos otros -los más- significará retornar al mundo educativo luego de 14 meses en los cuales sus condiciones socioeconómicas no les permitieron continuar con sus aprendizajes como era esperado.

Este es un desafío inmenso para todos al interior del sistema, en especial para el organismo rector y responsable de brindar el servicio educativo a nivel nacional. Pero también representa un compromiso supremo para cada maestro y maestra que tendrá la posibilidad de estar frente a su grupo de estudiantes, después de un tiempo tan complejo para todos.

El reto de cada escuela, de cada equipo de gestión, por supuesto de los distritos educativos y las regionales es garantizar que nuestros centros sean espacios acogedores, alegres y capaces de mantener a nuestros estudiantes seguros, porque para volver a clases será clave conseguir la confianza de las familias para que continúen enviados a sus hijos a los centros.

Otro elemento que deberá ser un empeño por parte de los docentes, del equipo de gestión, de las autoridades, y que debemos colocar con sumo cuidado en una balanza, será el cómo lidiar con aspectos tan importantes como los “aprendizajes esperados” – “las expectativas de las familias”- y “la desperanza de los educandos”. Recuerdo cómo si fuera hoy el año escolar 1991-1992, estando en la secundaria, año en que a razón de una huelga docente nuestras aulas estuvieron 6 meses cerradas.  El regreso fue tanto peor que la ausencia: retomar los contenidos de prisa en pos de un calendario solo logró tal nivel de frustración y stress que casi la totalidad del nivel tuvimos que llevar al siguiente año materias fundamentales.

No primó el sentido común, no fue importante priorizar la salud mental de los estudiantes, de los maestros; no fuimos capaces de entender que había que readaptar los contenidos y el cronograma a los tiempos.

Hagamos de este hito un momento inolvidable en la vida de nuestros chicos.  ¡No repitamos! aprendamos de nuestras prácticas y no sacrifiquemos su futuro.