Por cuarta ocasión ocurre una nevada en el desierto del Sahara en los últimos 40 años, científicos de todo el mundo coinciden en que el 2019 fue el segundo año más caluroso de todos los tiempos marcando el final de la década con las más altas temperaturas (2010-2019) que se haya registrado jamás y así podemos continuar citando realidades que nos indican que el cambio climático no es ciencia ficción, es real, llega antes y más fuerte de lo que imaginamos. Nos afectará –y hace rato que lo hace- a todos como países, a nuestras economías y a las distintas formas de vida.
El cambio climático -generado por el hombre- es una amenaza feroz para nuestras áreas protegidas pues ponen en riesgo los ecosistemas, acelera la pérdida de biodiversidad por la migración, por la degradación o por la invasión de especies y plagas y entre muchas otras cosas aumenta considerablemente la ocurrencia de inundaciones e incendios: en este punto deseo detenerme.
Hemos visto y deberíamos estar preocupados por el incremento de los incendios forestales en el Parque Nacional Sierra de Bahoruco. Primero en Los Arroyos y días después en las zonas de Loma del Toro, Pueblo Viejo y Hoyo de Pelempito; por lo demás zonas de difícil acceso y distantes entre ellas, lo que nos debiera hacer pensar en la intencionalidad de los mismos (pensamiento no muy descabellado cuando se estima que la causa principal – por lejos- de los incendios forestales en todo el mundo es la acción del hombre).
¿Porque somos esa especie depredadora que destruye su propio habitad? Me atrevo a pensar en al menos 3 razones iniciales.
Primero: Las personas no somos respetuosas de las reglas y entendemos que estamos por encima de ellas.Quienes provocan incendios generalmente circulan por zonas no habilitadas para excursiones, delatando una gran falta de educación y de respeto a las normas. Quizás no lo hacen con la intencionalidad de hacer daño, pero si entendiendo que, si no son fiscalizados nadie se enterará de su accionar y por ende no serán castigados. Es decir, hacen lo incorrecto porque no hay consecuencias sociales y porque no tienen conciencia moral.
Segundo: Somos irreflexivos y por ende no tenemos real conciencia de nuestros actos.
Nuestro desconocimiento y falta de educación nos coloca en situaciones de sumo cuidado.
Habitamos este tipo de lugares (hermosos y al mismo tiempo peligrosos) sin conocimientos básicos de física, química, biología, botánica, primeros auxilios, etc. No entendemos que disponer de manera inadecuada de residuos no orgánicos rompe el equilibrio y la biodiversidad del ecosistema, que existen técnicas para extinguir de manera correcta y controlada el fuego, que un simple y pequeño trozo de plástico, vidrio, metal, es parte de la triada – topografía, tiempo atmosférico (meteorología) y combustibles- que provoca los incendios de los cuales hemos sido testigos.
Tercero: Entendemos que la violencia es la única manera de ser “escuchados”.
No son pocos los fuegos forestales que tienen como origen neurálgico la disputa de terrenos, entre privados y/o contra en Estado o la reivindicación de derechos sociales. Las personas entienden que podrán llamar la atención de las autoridades y que los hará visible ante ellos si realizan acciones de gran impacto como quemas cientos de hectáreas de terrenos. Necesitan ser escuchados, pero no tienen los recursos para entablar acciones legales ante los mecanismos correspondientes cuando sienten sus derechos vulnerados.
Nuevamente la educación -o la falta de ella- vuelve a evidenciar lo que ya sabemos.
Sin educación lo único que conseguiremos es que nuestros niños y niñas sean los adultos irreflexivos, irrespetuosos de las normas y violentas que hoy queman nuestros bosque y destruyen nuestro mundo.
Entonces ¿Qué nos depara como planeta cuando no nos preocupamos en enseñar- aprender- a cuidar la “casa de todos”? sin dudas, es un despropósito esperar revertir el cambio climático, con una agenda tímida en cuanto a educación ambiental se refiere.