Estimada Srta. Minetta Roque

Sé, gracias a grandes amigos mutuos que Usted es una persona de confianza y que sus ideales sobre una patria libre y soberana son los mismos que abrazamos nosotros como familia. Solo así me arriesgaría a poner en sus manos esta carta y que pueda, como con tantos otros combatientes de la causa nacional, ayudarme a hacerla llegar a su destinataria final.

Son disimiles los tiempos, pero la herida es la misma. La cura que ofrecemos, igual. Ni el yugo de la dominación haitiana ni el sápatra dictador detendrán nuestra misión, porque educar con miedo a perder la vida por defender un ideal es un impulso tan visceral como real.

En eso nos parecemos, a pesar del calendario.

El enemigo es igual de peligroso y vil, no importa de donde venga. Si sus intenciones son tan nefastas como las que he podido constatar le ruego no bajar los brazos. Por experiencia le confieso que como familia hemos padecido la persecución, el amedrentamiento, el hostigamiento, pero hemos resistido y usted, en esta resistencia es fundamental. Lo que hace es tan o más valioso que el financiamiento, las armas, la lucha en la calle, las ideologías; usted da amparo a los que lo necesitan, acoge a los pequeños repudiados, da consuelo a quienes pueden leer eternamente estas cartas, es su cable a tierra, les hace persistir sabiendo que seguimos unidos en esta lucha, que no están solos, que no todo está perdido.

Es por esto que mi vuelta a Santo Domingo es inminente, regreso a completar la tarea que me vi forzosamente obligada a dejar pero que retomo con más bríos que nunca. Usted más que nadie sabe a lo que me enfrentaré, porque nuestros enemigos ven con igual desdén y como traición, educar a hijos de combatientes nacionalistas que a mujeres que deberían, según sus retrogradas convicciones, estar abocadas a lo puramente doméstico.

Srta. Roque, me enorgullece saber que para Usted no hay excusas cuando la patria nos necesita y tratan de ponerla en juego; que arriesga hasta con su sangre (y la de los suyos) todo lo que tiene y más. Esta frenética lucha por la libertad no debería volver a ocurrir, no deberíamos perder a tantos hombres y mujeres de valía, de coraje, de moral, pero de ser así moriré tranquila sabiendo que Usted dará el frente, aunque preferiría mil veces morir en las calles defendiéndola.