Como especie, los seres humanos somos gregarios, nuestra constitución genética nos hace vivir en comunidad y que necesitemos socialmente agruparnos; sin embargo, esta convivencia no siempre ha sido horizontal. Los humanos hemos intentado – con éxito- perpetuar desde una posición de superioridad una relación desigual entre nosotros mismos, con otras especies y con el medio ambiente. Esta “vida compartida” llena de inequidades necesita de la solidaridad para intentar disminuir las consecuencias negativas de la estratificación social, de los grupos de clases y del poder por sobre otros.

En la década de los 90´s el tema de “convivencia escolar” emergió como una perspectiva prometedora para abordar una problemática relativa a la vida compartida en las escuelas. Más allá de los factores externos que impactan la dinámica escolar, el reconocimiento empírico en estudios comparados de gran escala explicaban que los procesos de exclusión y de rezago escolar de estudiantes tiene que ver con la dinámica interpersonal y académica que se lleva a cabo en los salones de clase y en las escuelas (Casassús 2005; OECD, 2010); esto nos sigue haciendo sentido décadas después debido al fuerte componente individualizador que caracteriza estas nuevas formas de relacionarnos, que pone en entredicho la necesaria cohesión entre las personas y que se manifiesta en la carencia de empatía, compañerismo y compromiso social.

Ilcan & Bazoc (2004), señalaron que el nivel educativo corresponde a una de las variables más determinantes de la solidaridad. A mayor cantidad de años de estudio mayor autonomía y madurez individual, por lo tanto, mayor capacidad para observar críticamente la realidad social desigual y promover soluciones para ello. Es decir, gran parte de las personas que poseen conductas solidarias, son personas de mayor escolaridad.

Que papel tan importante juega la escuela en cada aspecto de nuestra vida en sociedad, y nos demuestra que tan necesario es que aprendamos a «Vivir y convivir juntos» desde el respeto por los otros, por sus culturas, sus historias y sus vidas; porque de eso es que hablamos acá, de cuidarnos y de entender que solo siendo empáticos, siendo solidarios con los demás podremos de alguna manera enfrentar la escalada de violencia que azota a nuestra sociedad, que es justamente la que no nos permite lograr un clima de paz y es uno de los pilares fundamentales que nos entrega la escuela: Hombres y mujeres criticos solidarios y socialmente comprometidos, capaces de reconocer las injusticias y que levantan la voz ante ellas.