Ya lo dijo Andreas Schleicher, fundador del Informe Pisa y director de Educación de la OCDE  “La calidad de la educación en un país nunca será mejor que la calidad de sus maestros”.

Aún recuerdo ese año, 1992 en que duramos casi 6 meses sin tomar clases porque la Asociación Dominicana de Profesores, en amparo de su derecho a la huelga paralizó las clases en procura de la mejora de sus salarios; un año en el que nuestros aprendizajes pasaron a un segundo plano. No desconozco el costo que tuvo para mí como estudiante y mis padres, pero viéndolo en retrospectiva, el sueldo de aquel entonces, RD$4,657.00 no era justo para nuestros maestros y empatizas con lo imperativo de la demanda.

Hace 2 años tuvimos el último aumento salarial para nuestros docentes; un salario promedio de RD$57,668.00 para profesionales de la educación en el nivel primario y de RD$63,298.00 en el nivel secundario y en el presente mes se volverá a realizar un nuevo aumento, pero esto logrado a base de paralizaciones. El organismo rector a pesar de transcurridos 26 años de ese 1992, no ha logrado las condiciones estructurales y organizativas necesarias para que los pedagogos sean -además de seleccionados-, remunerados en virtud de las competencias mostradas y el desempeño de su labor dentro del aula y la escuela; y la ADP no ha podido conciliar su agenda y métodos de lucha como sindicato con la agenda educativa del país.

La discusión es tan antigua como la demanda. Desde el año 1990 en la Conferencia Mundial de Educación para Todos se viene planteando la importancia del docente como un sujeto clave de la calidad educativa y se reflexiona sobre qué incentivos son efectivos para mejorar la práctica docente. Y si venimos reflexionando hace tanto tiempo sobre el particular:

¿Por qué no hemos colocado al servicio de la  educación un sistema de incentivo y valoración de desempeño docente, capaz de motorizar dinámicas de mejora continua al interior de cada aula y de cada comunidad educativa?

Muchos países de América Latina y el Caribe usan los resultados de aprendizajes y la antigüedad —ambos indicadores de carrera docente— para determinar los aumentos salariales de los profesores, y otros países implementan más de dos o tres indicadores para determinar los aumentos.

México y Costa Rica se destacan por ser dos países que emplean múltiples indicadores para determinar los sueldos de docentes. En general, los profesores de la región que tienen menos oportunidades para mejorar sus salarios, son aquellos que tienen menos indicadores que les permitan medir sus resultados y por tanto, menos oportunidades para recibir recompensas financieras.

Tenemos referentes de implementación de políticas de incentivos atadas a valoración de desempeño en ALC —Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y México—tienen políticas para el pago de bonificaciones.

Chile y Ecuador, tienen sistemas de evaluación fuertes y bien desarrollados, recompensan a aquellos con buenos resultados con aumentos salariales, y desafían a los profesionales con bajos resultados brindándoles capacitaciones adicionales.

Pero no tenemos que importar un sistema de otro país, República Dominicana cuenta con modelos locales, nuestras instituciones de educación superior podrían servir como propulsoras de un procedimiento robusto y técnicamente sólido, que puede adaptarse y sobretodo que esté estrechamente vinculado a un subsistema de desarrollo profesional; y que conecte con los indicadores de aprendizaje de los estudiantes y de la gestión escolar.

Tener una política que balancee el reconocimiento de los docentes con incentivos monetarios y sociales estructurados y correlacionados con los resultados educativos —aumentando la importancia de los indicadores del desempeño— es una de las maneras más eficaces de impulsar prácticas promisorias al interior de las comunidades educativas, y que repercute directamente en la mejora de los aprendizajes. Pero construir estos sistemas requiere de instituciones fuertes, conocimiento técnico y voluntad política; y es una tarea no solo del Ministerio de Educación como organismo rector, la Asociación Dominicana de Profesores tiene un compromiso social inaplazable, en este siglo 21 es indispensable mirar más allá en el horizonte y junto a la sociedad, sentarse a la mesa para llevar a cabo la agenda educativa del país.