Recuerdo claramente la voz de mi abuela Celia enseñándome con su 4to grado de primaria, una pequeña gran lección de rectitud, seriedad, compromiso, todo resumido en una sola frase: “Hay que hacer lo que se dijo que se iba a hacer”.

El 1ro de abril del 2014, la sociedad dominicana celebró la firma del Pacto Nacional para la Reforma Educativa 2014 2030. El que todos los actores políticos, sociales, sindicales y empresariales hayan logrado colocar sobre la mesa de discusión sus enfoques sobre la educación y pudiéramos como sociedad concertar una visión nacional pactada en 122 compromisos, con sus respectivas vías concretas de acción para su puesta en ejecución, fue el mayor logro social de ese año.

Al repasar en todo el trayecto que nos trajo hasta aquí, no puedo dejar de pensar en cómo inició todo; una lucha de la sociedad buscando lo mejor para que cada persona a lo largo de toda su vida, pueda tener una educación digna y de calidad. El Pacto Educativo es fruto de un proceso de consulta, de concertación y lucha de la sociedad, que inicio con las sombrillas amarillas, con esa frase que quedó grabada en nuestra memoria “El 4% para la educación”

En pleno 2022, como parte de la sociedad comprendía que habíamos alcanzado una madurez que nos impediría volver atrás, que con sus altas y bajas, las transformaciones del sistema educativo, eran imparables. Todos considerábamos que por la génesis de este proceso no podíamos fallar, contamos con compromisos claros con una hoja de ruta, metas comprometidas para alcanzar el ODS4, instituciones socialmente involucradas, con acuerdos, programas e iniciativas consolidada, marchando a paso lento, pero avanzando

Sin embargo, una vez más la falta de institucionalidad, la sed de protagonismo, las ansias de posicionar una agenda política por encima de los intereses nacionales, impide que coloquemos en el centro de nuestra mirada a nuestros niños y niñas. Tenemos todo y decidimos como gobierno mirar a otro lado; algo nos pasa en el camino, algo se nos olvida y dejamos de tener en cuenta esta regla de oro “hacer lo que se dijo que se iba a hacer”.

Uno de los planteamientos de la Agenda Educativa 2030 es que “el Estado es el principal responsable de la protección, el respeto y el cumplimiento del derecho a educación”; pero un momento: esto no es solo un planteamiento de la Agenda Educativa, también lo es de la Estrategia Nacional de Desarrollo END, el Plan Decenal de Educación 2008-2018, de la Constitución. Entonces, ¿Cómo es posible que tantas veces los mismos actores políticos se hayan comprometido a un fin y no logren cumplirlo?

Muchos serán los factores, pero cuando se une un gobierno que no valora la educación como una prioridad, ministerios de educación (preuniversitario, técnico-profesional y superior) que no respeta los acuerdos de país, los planes y proyectos educativos comprometidos y sobre todo, que ha querido hacer una ruptura con el pasado, desconociendo todos los procesos y avances que tuvimos, más allá de cualquier orientación partidaria. Es para preocuparse y reaccionar.

¿Es un tema de voluntad, es un tema de oportunismo político, es un tema de prioridades, o peor aún, se nos olvidó el valor de la palabra empeñada?