La situación de pandemia global del COVID-19 nos ha movilizado de tal manera que ha generado un sinnúmero de ajustes de los sistemas educativos a nivel mundial y República Dominicana no ha sido la excepción.

El inicio truncado del año escolar y su adaptación a una forma remota ha implicado que nos reinventemos como comunidad educativa, coordinando acciones emergentes, todo con el fin de mantener vínculos y evitar, en lo posible, la interrupción del proceso de enseñanza- aprendizaje. La priorización, flexibilidad y la integración han sido pilares fundamentales que hoy nos entregan una escuela renovada y fortalecida.

Este terreno inexplorado – el de la no presencialidad-  nos ha dado la oportunidad de abrirnos a modelos de enseñanzas y aprendizajes más elásticos, dialogantes, creativos, integradores y sensibles, y a pesar de lo incierto del panorama en muchos momentos, poco a poco vamos saliendo de esta incertidumbre con múltiples ganancias y con la oportunidad de retomar el ritmo anterior.

Y sí, una de las mayores ganancias que hemos tenido se anida en el seno del hogar. Una cosa es completar los deberes, otra es desarrollar todo un ciclo de aprendizaje de la mano de los padres, madres y tutores. Ha sido desafiante, sin dudas, pero también ha propiciado involuntariamente espacios de diálogo con los más jóvenes que antes no existían. La necesidad de lograr y mantener -bajo esta atmosfera- una convivencia saludable nos ha hecho descubrir a nuestros hijos e hijas y de paso a nosotros mismos. Y ha sido un enorme regalo.

Ha habido tiempo para todo; para conversar, para resolver diferencias, para aprender cuando deberíamos estar enseñando, pero por sobre todo para escuchar con todos los sentidos lo que nuestros chicos y chicas tienen para decir y de reencantarnos con sus ideales, su libertad, sus ganas de volar.

Ahora es tiempo para ordenar y sanear nuestros horarios y espacios, retomar positivamente las rutinas, establecer pautas y prioridades. Pero ojo, retomemos la agenda escolar y personal, e incorporemos todo lo aprendido durante la pandemia para que también tengamos una “agenda familiar”, porque el tiempo – o la falta de él- no nos puede robar lo ganado, y es que quizás esta oportunidad no se vuelva a repetir y en nuestras manos esta, perpetuar nueva forma de vivir.