Enseñar y aprender es un proceso que por su concepción es dialógico; y es que la necesidad de enseñar y la capacidad de aprender son inherentes a la naturaleza humana, está presente en todo nuestro quehacer cotidiano, algo así como una relación simbiótica de nuestra evolución y por supuesto, está en constante cambio.

Muchos y bajo una lógica que no logramos comprender del todo son buenos para enseñar. Les sale “naturalmente”. Son muy claros en sus narrativas, se caracterizan por ser pacientes, tener buena disposición para dialogar, son sensibles, metódicos, innovadores y entienden la delicada labor de guiar el intercambio de conocimientos; saben – y ese es su cometido- que aprender en interacción con los demás, propicia la integración de saberes significativos y progresivamente contribuye a formar criterios propios y colectivos.

Enseñar además de una profesión, es una vocación. Cuando la reconoces y actúas en consecuencia entiendes que no está circunscripta a un espacio o tiempo. Sucede incluso sin darnos cuenta o pretenderlo y ahí radica su importancia y trascendencia.

Pero la profesión docente es mucho más que la suma de diversas habilidades y saberlas poner en práctica, es método, es razonamiento, es innovación y como tal busca responder a cuestiones fundamentales: ¿Qué es lo que funciona en el proceso de enseñanza? Y cuando funciona, ¿cómo lo sabemos? ¿Qué hacemos con esta experiencia? ¿Cómo innovamos e integramos nuevas metodologías para propiciar mejores aprendizajes? ¿Cómo mejoramos las condiciones al interior de nuestra comunidad para colocar el foco en los aprendizajes?

Es el sistema educativo quien debe hacerse cargo de ello; propiciar que este gran laboratorio dé resultados para todos, al mismo nivel, logrando proveer los elementos necesarios según las necesidades y los contextos. Esta imperiosa tarea, debe ser guiada con justicia para que quienes aprenden, puedan ser tratados con equidad, garantizando así que todos y todas puedan aprender sin importar ¿Quién? ¿Cómo? O ¿Dónde? porque así los ven quienes enseñan; sin distinción y con una gran sed de conocimiento. Porque para las maestras y los maestros, esos que encontraron su vocación, el mundo es un gran pizarrón y cuando lo ves sabes su cometido.